La firma de Sara de la Torre: ¡No apaguéis la luz!

La firma de Sara de la Torre: ¡No apaguéis la luz!

  • On 9 de enero de 2023

Un niño le preguntó una vez a un Papa cómo se podía creer en Jesús si nunca lo habíamos visto. El Santo Padre le respondió con unas bellas palabras: “Las cosas más profundas, que sostienen realmente la vida y el mundo, no las vemos, pero podemos ver, sentir los efectos. La electricidad, la corriente, no la vemos. Pero vemos la luz. Tampoco vemos con nuestros ojos a Jesús, pero vemos que en donde Él está presente, los hombres cambian, se hacen mejores”. Este es uno de los momentos más bellos, y poco recordados, del pontificado de Benedicto XVI, en un encuentro con los niños de Roma que se preparaban para tomar la primera Comunión y que se encontraron con el Papa en octubre de 2005.

Muchos de esos niños participaron seis años más tarde en la JMJ de Madrid, en el año 2011. Y allí, Benedicto XVI, les volvió a hablar de la luz.  “Sí, vosotros sois la luz del mundo, porque Jesús es vuestra luz. Vosotros sois cristianos, no porque hacéis cosas especiales y extraordinarias, sino porque Él, Cristo, es vuestra, nuestra vida”. Además, el Papa alemán les pidió conservar esa llama que Dios enciende en los corazones: “Procurad que no se apague, alimentadla cada día, compartidla con vuestros coetáneos que viven en la oscuridad y buscan una luz para su camino”. Pues no se me ocurre mejor homenaje al recién fallecido Joseph Ratzinger que ser “luz para el mundo”. Y este domingo 15 de enero los niños —y los no tan niños— tenemos la mejor de las ocasiones. Una cita con la Jornada de Infancia Misionera.

Ahora que poco a poco se apagan las luces de las calles, las de los árboles de Navidad, las de las ventanas de las casas e incluso la de los jerséis más divertidos, nosotros tenemos que seguir “siendo luz” para muchos niños que “viven a oscuras” en muchos sentidos. Niños que viven infancias robadas o que quieren jugar pero no pueden. Por eso, en esta jornada tenemos la misión de llevar esa luz y encender nuestro espíritu misionero, porque a veces, no somos conscientes de que nuestra ayuda puede cambiar la vida de muchos niños. Cada cosa que hacemos, cada euro que donamos o cada vez que rezamos por ellos, estamos mejorando las condiciones de vida de estos niños.

Así, debemos ser capaces de ofrecer signos de esperanza y ser hermanos universales, cultivando los grandes ideales que transforman la historia y, sin falsas ilusiones o miedos inútiles, empeñarse en hacer del planeta la casa de todos los pueblos.

Pero este reto misionero que hemos recibido todos los bautizados y la Iglesia entera, no puede realizarse de manera creíble sin una profunda conversión. De hecho, la llamada a anunciar el Evangelio en el corazón de toda persona, pasa porque todos “seamos para Él”, como nos dice el lema de esta jornada. Tenemos que ser protagonistas del compromiso de la Iglesia de anunciar el Evangelio realizando el proyecto de Dios, que quiere que “todos sean uno para que el mundo crea”.

Como los discípulos estamos llamados a anunciar y enseñar el Evangelio. Todos debemos hacerlo a través de la luz que irradiamos en nuestro día a día. Nuestro escenario no es el púlpito de tu iglesia ni nuestra audiencia son las personas que están en ese espacio. Nuestro lugar es estar dónde está el necesitado, estar con el que está angustiado, con el que llora, con el que pasa necesidad. Nuestro lugar es ir a dónde está el que necesita de Dios. Ese es nuestro ser misionero. La luz de Cristo es nuestra posesión más preciada, así que no dejes que se apague… ¡Qué brille e ilumine lo más posible en este mes de enero!

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