La pasta o la vida
- On 23 de enero de 2025

El altísimo paro juvenil, los salarios precarios, la imposibilidad para acceder a la vivienda… la situación económica en España para los jóvenes es desalentadora, llenando de incertidumbre el presente de un sector de la población que tiene por imposible mirar al futuro. Sin embargo, como jóvenes católicos, estamos llamados a trascender estas dificultades y encontrar maneras creativas y comprometidas de vivir la solidaridad. Pero eso sí, siempre desde la libertad de cada uno.
Vaya por delante recordar que nadie está en posición de juzgar o valorar si otro puede o debe donar. La realidad del bolsillo de cada uno es diferente y nos haríamos un flaco favor si midiésemos la generosidad por cantidades y no por el corazón con el que se comparte. “Se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie.” Mc 12, 42. Es la intención lo que da valor a nuestros actos, no los cálculos ni comparaciones.
En ocasiones, se critica a los jóvenes bajo el prejuicio de que son menos generosos que las generaciones mayores. Afirmaciones injustas y desconectadas de la realidad. Los jóvenes enfrentan retos económicos inéditos, pero a pesar de ello, rebosan creatividad y compromiso al aportar, ya sea con donaciones económicas, tiempo o talentos. La solidaridad no tiene edad, y los jóvenes demuestran constantemente que tienen una capacidad inmensa de empatizar y actuar. ¿Quién ha puesto las manos que arrastraban el barro tras la desgracia de la DANA?
Como jóvenes católicos, tenemos la oportunidad de redefinir la forma en que entendemos el concepto de donar. No tengo mucho dinero, tengo que compartir piso y acabo el mes muy justo. Ojalá llegue el día en que pueda donar algo más de dinero, pero de momento puedo dedicar un rato a la semana a acompañar ancianos o apoyar a niños sin recursos en el refuerzo escolar. Gratis, donando mi tiempo. La donación económica es solo una parte de nuestra vocación como jóvenes católicos. La entrega de nuestro tiempo, talentos y oración es igualmente valiosa. Juntos, podemos demostrar que, aun en tiempos de dificultad, es posible vivir el Evangelio con alegría y generosidad.
Como dijo el Papa Francisco en su cuenta de X: “Nadie es tan pobre que no pueda dar lo que tiene y, antes incluso, lo que es.” Que este compromiso de compartir lo que somos y tenemos, nos mantenga siempre conscientes de las necesidades de la Iglesia adaptando nuestra respuesta a la realidad que en cada momento vivimos.
Fernando González, responsable de Infancia Misionera en España