R. D. Congo: golpes de Estado, coltán y guerra
- On 28 de mayo de 2024
El misionero comboniano Eliseo Tacchella ha informado a la revista de las Obras Misionales Pontificias en Italia, Popoli e Missione, de lo que sucede en Kivu del Norte, en la República Democrática del Congo, un país que se enfrenta a la pobreza, la violencia, la guerra de guerrillas y a incursiones militares de los países vecinos.
La República Democrática del Congo está sufriendo las consecuencias de otro terremoto político después del reciente intento de golpe de estado, inmediatamente frustrado por el ejército. Volver a la rutina habitual en esta tierra significa “sufrimiento, guerra y condiciones verdaderamente miserables, especialmente en el este del país”. Una crisis permanente debido al conflicto que ya no es inminente con Ruanda, “un país que financia las milicias armadas del Este, haciendo la vida imposible a millones de personas”. Es lo que cuenta a Popoli e Missione el padre Eliseo Tacchella, un misionero comboniano que ha pasado muchos años en el Congo y acaba de volver a Italia.
Este misionero comboniano ha luchado siempre por arrojar luz sobre las minas ilegales de coltán y las consecuencias nocivas de la economía depredadora. Hoy va a las escuelas italianas para contar a los niños las razones de la paradójica pobreza y guerra en el riquísimo Congo. “Los precios del coltán in situ son muy bajos: los mineros no reciben nada, pero el precio aumenta cuando el mineral llega a Ruanda”, aclara. Luego de allí va a los países árabes o a Occidente. El este del Congo parece una tierra de nadie: un vasto territorio que escapa al control del ejército y no está protegido de ninguna manera.
El presidente Félix Tshisekedi y su entorno (entre los que se encuentra Vital Kamerhe, el parlamentario que fue objetivo de un atentado el pasado 19 de mayo) no se consideran lo suficientemente decisivos y fuertes para enfrentarse la guerra de guerrillas. El supuesto golpe que tuvo lugar hace unos días, explica el misionero, “fue inmediatamente frustrado, el gobierno reaccionó de manera sangrienta, matando gente, pero no hubo la más mínima preparación por parte de quienes lo organizaron”. La Iglesia congoleña, a través de sus obispos, se desmarcó inmediatamente de lo sucedido, precisando en un comunicado que “estos actos innobles no tienen que ver con la Iglesia católica, ni de cerca ni de lejos”.
Sin embargo, muchas otras tragedias afectan al pueblo de Goma sin que se haya tomado ninguna medida al respecto. Hace exactamente un mes, en el campo de desplazados de Mugunga, cientos de personas se quedaron sin hogar porque una bomba había alcanzado sus ya precarios campos. El sufrimiento constante al que están sometidos los congoleños más pobres preocupa a los misioneros más que un intento de golpe fallido. “En Goma la situación es terrible, la gente de la ciudad está muy enferma”, repite Eliseo Tacchella. Un día antes del golpe de Estado, el 18 de mayo, en Butembo, la sociedad civil que representa a las familias de los desplazados se había reunido para denunciar “la situación humanitaria que empeora día a día”. Se denunciaba que “las familias desplazadas creen que 13 dólares al mes es poco para vivir”. Una radio web local, Radio Okapi, cuenta la historia, mostrando en el sitio fotografías de tiendas de campaña improvisadas, de grandes ollas colocadas en el suelo, donde un fuego arde con basura y los niños están desnutridos, como en el campamento de Rutshuru. Hay muchas razones para el descontento popular, confirma Tacchella, empezando por la absoluta inacción o ineficacia de los dirigentes congoleños para detener el conflicto armado en el este del país.
En Kivu, la hemorragia de coltán, cobalto y oro, robados ilegalmente del país por milicias infiltradas desde Ruanda, “no sólo empobrece la economía sino que alimenta la guerra”. Porque es precisamente gracias a la reventa ilícita de estos “minerales prohibidos” que decenas de milicias rebeldes, en particular el M23, prosperan, se arman y continúan el conflicto contra el ejército regular. En Kivu del Sur, sin embargo, el oro constituye la maldición de las poblaciones locales. Seis empresas mineras chinas explotan ilegalmente oro y recursos madereros desde hace al menos cinco años “de forma anárquica, opaca y con la complicidad de las autoridades políticas y militares africanas”. Así lo informan cuatro asociaciones locales de Mwenga, encabezadas por Fian Internacional. Reducidos al hambre, los habitantes locales ganan solo un dólar y medio al día en las minas y sufren represión si protestan.
Una decena de agricultores de la zona de Beni perdieron la vida en dos ataques armados: el sábado pasado, 25 de mayo, seis personas que trabajaban en el campo fueron asesinadas a machetazos por milicianos. Inmediatamente después, en un segundo asalto de milicias rebeldes, incluidas las ADF y el M23, en la aldea de Upende, cuatro personas perdieron la vida debido a un incendio provocado en sus casas. Así lo informa la noticia del periódico online de Kinshasa, Actualite.cd. El conflicto entre el ejército y las milicias congoleñas se ha intensificado en las últimas semanas también gracias al apoyo de los wazalendo, literalmente “los patriotas”, jóvenes civiles llamados a armarse por el presidente Félix Tshisekedi. “Desde principios de año hasta hoy –informa Marie Brun, coordinadora de Médicos Sin Fronteras en Goma– hemos visto fuego cruzado y explosiones de granadas dentro de los campos de refugiados, tanto de noche como de día. Hemos registrado 24 episodios violentos, incluidos bombardeos reales, tanto dentro como alrededor de los campos en los que trabajamos”.