El mensaje que Francisco “habría enviado” al Encuentro Misionero de Jóvenes 2025: ¿Cómo ser un peregrino?

  • On 25 de abril de 2025
Papa Francisco con jóvenes

En la JMJ de Lisboa, el Santo Padre pronunció un emotivo discurso a los universitarios católicos de Portugal. Aunque en aquel momento pasó desapercibido, hoy lo rescatamos como el mensaje que perfectamente podría haber mandado el Papa Francisco al Encuentro Misionero de Jóvenes 2025, cuyo reza “De turistas a peregrinos”.

Peregrino: Es una hermosa palabra, cuyo significado merece ser reflexionado. Literalmente significa dejar de lado la rutina cotidiana y ponernos en camino con un propósito, moviéndonos “a través de los campos” o “más allá de los confines”, es decir, fuera de la propia zona de confort, hacia un horizonte de sentido.

En el término “peregrino” vemos reflejada la condición humana, porque cada uno está llamado a confrontarse con grandes preguntas que no tienen una respuesta simplista o inmediata, sino que invitan a emprender un viaje, a superarse a sí mismos, a ir más allá. Es un proceso que un universitario comprende bien, porque así nace la ciencia.

Y así crece también la búsqueda espiritual. Desconfiemos de las fórmulas prefabricadas, de las respuestas que parecen estar al alcance de la mano, sacadas de la manga como cartas de juego trucadas; desconfiemos de esas propuestas que parece que lo dan todo sin pedir nada. Una de las parábolas de Jesús dice que el que encuentra la perla de gran valor es aquel que la busca con inteligencia y espíritu de iniciativa, y lo da todo, arriesga todo lo que tiene para obtenerla (cf. Mt 13,45-46). Buscar y arriesgar: estos son los verbos de los peregrinos.

No debemos tener miedo de sentirnos inquietos, de pensar que lo que hemos hecho no basta. Estar insatisfechos —en este sentido y en su justa medida—, es un buen antídoto contra la presunción de autosuficiencia y el narcisismo. El carácter incompleto define nuestra condición de buscadores y peregrinos porque, como dice Jesús, “estamos en el mundo, pero no somos del mundo” (cf. Jn 17,16).

Estamos llamados a algo más, a un despegue sin el cual no hay vuelo. No nos alarmemos, entonces, si nos encontramos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro, com saudades do futuro! ¡No estamos enfermos, sino vivos! Preocupémonos más bien cuando estamos dispuestos a sustituir el camino a recorrer por el detenernos en cualquier oasis —aunque esa comodidad sea un espejismo—; cuando sustituimos los rostros por las pantallas, lo real por lo virtual; cuando, en lugar de las preguntas que desgarran, preferimos las respuestas fáciles que anestesian.

Amigos, permítanme decirles: busquen y arriesguen. En este momento histórico los desafíos son enormes y los quejidos dolorosos, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo. Sean, por tanto, protagonistas de una “nueva coreografía” que coloque en el centro a la persona humana, sean coreógrafos de la danza de la vida.

Si las semillas se preservaran a sí mismas, desperdiciarían completamente su potencia generadora y nos condenarían al hambre; si los inviernos se preservaran a sí mismos, no existiría la maravilla de la primavera. Tengan, por tanto, la valentía de sustituir los miedos por los sueños; ¡no sean administradores de miedos, sino emprendedores de sueños!

Una tradición medieval cuenta que cuando los peregrinos del Camino de Santiago se cruzaban, uno saludaba al otro exclamando: “Ultreia”, y el otro respondía: “et Suseia”. Son expresiones de aliento para continuar la búsqueda y el riesgo de caminar, diciéndose mutuamente: “¡Vamos, ánimo, sigue adelante!”. Esto es lo que les deseo también, con todo el corazón.

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