La firma de Javi Nieves
- On 16 de diciembre de 2022
Las distancias se miden en tiempo y Dakar está a 4 horas 45 minutos, es decir, prácticamente lo mismo que tardo en llegar a Gijón en coche desde mi casa. Senegal está a tiro de piedra, pero nos separa un mundo.
En el año 2018 hice mi último viaje y noté un gran cambio, el aeropuerto, las carreteras de acceso a Dakar, es evidente que la ciudad ha experimentado un cambio y eso ha favorecido un cierto orgullo de los senegaleses, una sensación nueva para ellos.
El traslado a Sanghé en coche nos llevó poco menos de dos horas. Si Dakar supone una ruptura radical con occidente, Sanghé es otro mundo con respecto a Dakar. Una población de poco más de 5.000 habitantes rodeada de baobabs, tierra árida, polvo y esa sensación inequívoca de que uno está en África por los colores, los olores y la sensación de que todo está lejos, en plena naturaleza con su versión más cruel y más hermosa.
Bajamos del bus y nos recibió sor Hortensia, una mujer bajita con un hábito blanco impoluto que llama la atención entre tanto polvo (siempre me ha llamado la atención la pulcritud del africano vistiendo y el cuidado que ponen con su ropa). Hortensia “la pocera” no puede ocultar su vitalidad, y esa sensación de que le faltan horas al día para hacer todo lo que tenía planificado. Después de observarla un tiempo me di cuenta de que realmente le faltaban horas al día para hacer todo lo que ella tenía planificado, pero a la vez de que nadie sería capaz de aprovechar el tiempo tanto como ella. El único momento en el que se puede ver a Hortensia quieta es durante la oración, porque rezar, lo que se dice rezar, lo está haciendo todo el tiempo, su vida es oración, todo lo hace con plena conciencia de que actúa para gloria de Dios y como instrumento, y no hay mejor manera de rezar que esa.
Aunque lleve un rato hablando de Hortensia, no quiero centrarme en ella, no es ella la protagonista de lo que quiero contarte. He pensado en todos los chicos y las chicas que quieren ayudar a Hortensia, en todos los que en un momento de su vida han decidido que quieren sentirse Hortensia por un tiempo, porque ser Hortensia requiere dar la vida, pero entregar un mes, un verano, un año de tu vida, ya es mucho.
Hay una frase que me parece importante que sepa todo aquel que quiera vivir una experiencia así, no es nada extraordinario, es algo sencillo, como son las cosas de Dios, pero me pareció importante en su momento y me lo sigue pareciendo. Te cuento, Hortensia nos llevó a uno de los lugares donde estaba uno de los más de 200 pozos que ella ha ayudado a construir en la zona y que han servido para que algunos de sus vecinos como Henri pudiera regar su huerta. En ella, entre otras cosas, tenía plantados algunos naranjos y Henri me ofreció una naranja, así que nos sentamos a comerla con Hortensia, y allí los 3 sentados comiendo esa naranja con las manos, Henri, el alcalde de Peleó escogido por los vecinos (él insistía mucho en esto) me dio las gracias por ir, yo le dije que no tenía por qué, que yo no había hecho nada, y es entonces cuando él me dijo algo verdaderamente importante: los que venís del norte, siempre venís con ganas de hacer cosas pero a nosotros no nos hace falta, nosotros ya sabemos lo que tenemos que hacer aquí para poder comer y salir adelante, nosotros sabemos lo duro que es vivir aquí y cómo tenemos que hacer para sacarle partido a esta tierra, pero lo más importante es que venís a ESTAR, simplemente eso ya es suficiente y vosotros no le dais importancia.
Henri me decía que era muy habitual que los jóvenes que visitaban Peleó se llevaran una decepción al poco tiempo de estar allí y ver que los días pasan sin mucho que hacer, la manera de vivir en África es completamente distinta, los días no tienen el ajetreo que nos traemos aquí, no viven con prisa y para ellos es muy importante sentirse acompañados, saber que le importan a alguien que está en otra parte del planeta, que no son invisibles.
En Senegal si vas a visitar a alguien no le entregas un rato de tu tiempo, le entregas tu día, una visita a un amigo puede ser de un día entero, para compartir, para estar, a veces sin palabras, simplemente estar. No nos engañemos, cuando alguien va a una misión de visita va a recibir, en las misiones no se entregan actos, ni cosas, ni dinero (que también), se entregan vidas, se ponen a disposición de los demás vidas enteras con todo lo que eso supone, ser testigo de ello es un privilegio y le cambia la vida a quien lo vive, pero cuando vamos de visita a una misión nos convertimos en los necesitados, nos tenemos que poner en la piel del necesitado.