La firma de P. José María Calderón: Cuestión de modas
- On 5 de junio de 2023
Cuando yo era pequeño y mi madre se daba cuenta de que se me veían los calcetines… me mandaba quitarme el pantalón para quitarles el dobladillo: “¡vas como si fueras un pescador!” Los únicos que enseñaban los calcetines blancos o con muchos colores eran los payasos en el circo. Hoy es una moda en todas las partes el llevar los pantalones por encima del tobillo y se ve el calcetín (y muchas veces el calcetín con dibujitos, de esos que antes regalábamos a los sobrinos, porque nos parecían infantiles…) o la piel.
Se puso de moda llevar los pantalones rotos, ¡y se venden así, rotos! Antes, mi madre me hubiera llamado de todo si hubiera salido con el pantalón vaquero roto, y mis hermanos se habrían negado a ir conmigo por la calle, por vergüenza, si fuera con los pantalones rotos.
Desde hace años, en algunos ambientes se ponen el pantalón más bien bajito, para que se vea el calzoncillo (esta moda la debió poner alguna marca de calzoncillos que buscaba propaganda gratuita…).
Y cómo estas, otras muchas cosas que se ponen de moda.
Impresionante: ¡estas modas se extendieron inmediatamente por todo el mundo! En América y en Europa, también en África y en Asia… ¡todos lo han asumido como algo propio! Y gente de todas las edades, chicos o chicas, hombres hechos y derechos, incluso algún ancianillo, los niños y, ¡por supuesto! los jóvenes.
Es cuestión de moda, que nos la transmiten los medios de comunicación, las redes sociales, los influencers y, digo yo, alguna que otra empresa que saca con ello beneficios. Y yo me pregunto: ¿qué hacemos los cristianos para no poner de moda lo que creemos y vivimos? ¿qué hacen los jóvenes cristianos para contagiar en sus ambientes su entusiasmo misionero, su fe y su deseo de cambiar este mundo? No somos tan pocos, y parece que lo que nosotros tenemos en el corazón no termina nunca de formar parte de nuestras modas, costumbres o formas…
Hay algo que me falla, los cristianos debemos ser luz, levadura, sal… y con el número de bautizados que somos… ¿cómo podemos acoger con normalidad leyes que van en contra de la vida, de la dignidad de la de la familia, de la mujer, del trabajo, de la libertad, de los niños, de la propiedad…?
Si algo tan poco sustancial, como son las modas, se impone como criterio de comportamiento y de normalidad, cuando en sí mismas es indiferente una cosa que la opuesta, ¿cómo es posible que tengamos tan poca influencia para lo que de verdad es importante, para lo que es transcendental para el ser humano, para los jóvenes, para la sociedad?
No podemos quedarnos con los brazos cruzados. Creo firmemente que Cristo necesita de jóvenes audaces, valientes, generosos… Creo firmemente que la Iglesia y este mundo nuestro necesita de jóvenes enamorados que no se venden a las modas o a la opinión de la mayoría. Creo firmemente que el corazón de los jóvenes tiene mucha más potencia, con la ayuda de Dios, que todas las fuerzas de este mundo que quiere borrar de un plumazo la verdad sobre el hombre.
Quiero terminar con unas palabras que fueron muy importantes para mí hace muchos años, cuando yo mismo era joven… las dijo san Juan Pablo II, en el Estadio Santiago Bernabeu… y que pueden dirigirse a los jóvenes ¡40 años más tarde!: “alguna vez me había preguntado: los jóvenes españoles, ¿serán capaces de mirar con valentía y constancia hacia el bien? ¿ofrecerán un ejemplo de madurez en el uso de su libertad, o se replegarán desencantados sobre sí mismos? La juventud de un país rico de fe, de inteligencia, de heroísmo, de arte, de valores humanos, de grandes empresas humanas y religiosas, ¿querrá vivir el presente, abierta a la esperanza cristiana y con responsable visión de futuro? (…) Quiero decíroslo: no me habéis desilusionado, sigo creyendo en los jóvenes, en vosotros. Y creo, no para halagaros, sino porque cuento con vosotros para difundir un sistema nuevo de vida. Ese que nace de Jesús, Hijo de Dios y de María, cuyo mensaje os traigo”.