Contra el cáncer de la desigualdad en Uganda
- On 20 de mayo de 2024
Rachel Atubwera tiene 31 años, tres hijos y es profesora. Vive en Kamwenge, una pequeña ciudad situada en la región occidental de Uganda, un país en el corazón de África que cuenta con algo más de 45 millones de personas. Atubwera ha venido hoy al hospital Padre Pío porque una amiga le ha hablado de una campaña que médicos españoles están llevando a cabo con la hermana Kiara, una misionera tanzana de la Congregación Misionera de las Hermanas Evangelizadoras de María y directora del centro hospitalario. Ella misma nos habla de “un papiloma que puede provocar cáncer de cérvix, una enfermedad muy peligrosa. En el último estado puede matar. Al principio se puede tratar, pero, si dejas pasar un tiempo, puede que sea demasiado tarde”.
Atuberwera habla así de la campaña de cribado de cáncer de cérvix ideada por Idiwaka, una ONG formada por médicos españoles voluntarios. “Uganda es el séptimo país del mundo en casos de esta enfermedad. Hay una falta de cribado porque no hay un sistema implementado, como sucede en la mayoría de países de África”, indica Cristina Claire, ginecóloga burgalesa y madre del proyecto. Los datos le dan la razón de forma inequívoca. No hay otro cáncer que provoque más defunciones en mujeres en esta nación africana, con una tasa de mortalidad al año de 41 casos por cada 100.000 habitantes. Por poner esta cifra en contexto, en España, una de las incidencias más bajas del mundo, el número no llega a las dos muertes por cada 100.000 personas al año.
Además de la falta de cribados, Claire señala otras diferencias: “Apenas se ponen vacunas y la alta tasa de VIH en Uganda lo complica todo mucho más”. En este sentido, en torno a un millón y medio de ugandeses conviven con el virus del sida.
El hospital Padre Pío, fundado en 2014 por la ONG española África Directo y dirigido por la hermana Kiara, es el lugar elegido para las campañas de Idiwaka. “Aquí, cuando hay religión de por medio, la gente confía más y todo funciona un poco mejor”, dice Claire. Y cuenta cómo una ginecóloga burgalesa llegó a organizar y liderar un proyecto como este: “Cuando empecé la residencia, ya monté mi primera campaña de ginecología. Lo hicimos en Camerún y fue todo bastante bien. Cuando cumplimos la meta de que el médico local pudiera operar solo, consideramos que habíamos acabado”.
Con los años, Claire descubrió la alta prevalencia de cáncer de cérvix en África y la completa falta de sistemas de cribado. Eligieron Uganda y, en 2021, trazaron un nuevo plan. “Hay que pensar en la falta de electricidad, en lo que va a costar la máquina, en cómo transportarla… La primera campaña la empezamos en abril de 2022 y fue un poco desastre”, confiesa.
Llevar a cabo un proyecto de estas características en un sitio como Uganda tiene sus dificultades. No en vano, esta nación es una de las más pobres del mundo. Aquí, el 42% de la población, unos 18 millones de personas, debe vivir con menos de dos euros al día, según las cifras del Banco Mundial. Este hecho se recrudece sobre todo en zonas rurales, donde hay otros problemas visibles como el analfabetismo o la falta de educación media o superior. Kamwenge es una de ellas. “La mayoría de las mujeres de aquí no tienen estudios secundarios; hay que tirar de traductores, que a menudo son los propios trabajadores del hospital y, claro, cada uno está a mil cosas. También el choque cultural; ese ritmo nuestro tan rápido y tan perfecto choca con el suyo, más pausado”, explica Claire.
Prevención, detección y tratamiento
Desde que comenzaron las campañas en el hospital Padre Pío de Kamwenge, que tienen una periodicidad semestral, Idiwaka ha alcanzado a 300 mujeres, de las que siete ya habían desarrollado el cáncer. Algo más del 22% han dado positivo en el virus, lo que no significa que tengan lesión, y alrededor de una veintena han precisado tratamiento, que han recibido nada más serles diagnosticada la dolencia.
“El hospital está abierto siempre para ellas, pero normalmente cuesta que paguen por los servicios; la población no suele tener muchos recursos. Y, aunque hay otro centro hospitalario gubernamental a pocos kilómetros de aquí, donde todo es gratis, no ofrece servicios como los cribados para descubrir el virus del papiloma”, afirma por su parte la hermana Kiara. Que agrega: “Vamos a las comunidades a contar lo que hacen los doctores. Es la mejor forma que tenemos de llegar a la gente”.
Educación sexual
Hoy, en una reunión como las que menciona la religiosa, unas 20 mujeres y cinco hombres oriundos de una pequeña comunidad a unos cinco kilómetros de la ciudad de Kamwenge, escuchan las explicaciones de Claire y de los demás doctores. Hablan de cáncer de cérvix, pero también de salud sexual, de relaciones de pareja y de derechos reproductivos. En el turno de preguntas, una de ellas, de 35 años, levanta la mano y dice: “Si envuelvo unas hierbas en las hojas de un platanero, lo quemo un poco al fuego y me hago con ello un lavado vaginal, ¿podría usarlo de lubricante y aumentar el placer?”. Las demás la escuchan y ríen, pero esperan una respuesta con sincera expectación. Claire responde: “Esa no es forma… El placer engloba otras cosas como la excitabilidad de la mujer o la intimidad de la pareja”.
Tras la respuesta, otra de las presentes vuelve a pedir la palabra: “Y, ¿qué pasa cuando tu marido llega borracho y quiere tener sexo?”. Cuando termina de hablar, vuelven las risas aprobatorias de las demás. “Incorporamos la parte de la salud sexual el año pasado porque nos dimos cuenta de que nos hacían unas preguntas muy básicas. Muchas dan por hecho que los maridos tienen derecho a tener relaciones cuando les apetezca”, concluye Claire.
José Ignacio Martínez Rodríguez (Vida Nueva)