La historia de Landry: a punto de morir por trabajar en la mina, fue rescatado por un sacerdote
- On 12 de junio de 2024
Con 8 años trabajaba en una mina, y después de trabajo, violencia y drogas, la Iglesia pagó su formación para que dejase de ser explotado.
Hoy se celebra el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, una lacra desgraciadamente muy presente en todo el mundo: 160 millones de niños en todos los países son explotados a diario con trabajos que les impiden desarrollar su infancia y adolescencia.
Uno de ellos es Landry, un niño de Burkina Faso que actualmente tiene 12 años, pero que desde los 8 estuvo trabajando en una mina de oro. Como en un gran número de ocasiones, la razón que llevó a este niño a trabajar fue la falta de dinero en su familia, que tenía una serie de cultivos que no daban lo suficiente como para sobrevivir.
Como los padres no podían pagar sus estudios, el pequeño Landry acudía cada día con su madre a un pequeño negocio con el que ganaban un dinero extra para poder subsistir. Todo empeoró cuando Landry fue contratado por un lavador de oro, que extraía este metal del granito.
Trabajando doce horas diarias, Landry se dedicaba a romper los grandes bloques de granito con un martillo y sin ningún tipo de protección. Su única recompensa eran dos comidas al día. A esto se le añade que cuando enfermaba no tenía ningún tipo de seguro ni ayuda, sino que eran sus padres los que se tenían que hacer cargo de toda su salud.
Para evitar que pasara hambre por las mañanas, el jefe de la mina le daba cigarrillos y pastillas hechas a base de drogas, lo que dejó importantes secuelas en la salud de Landry. A pesar de su corta edad, no tenía ningún tipo de protección frente a las constantes peleas que se daban en la mina. Un día Landry fue atacado por un compañero, quien le dejó gravemente herido.
Un día durante la visita de los voluntarios del hospital de la zona, estos conocieron la historia de Landry, y el capellán decidió ponerse manos a la obra para buscar una financiación para que este pequeño pudiese estudiar y salir de la situación de explotación infantil en la que se encontraba.
Gracias a la aportación de Infancia Misionera (9.000 euros), Landry pudo empezar a estudiar mecánica de motos para poder labrarse un futuro. La persona que se puso en contacto con Obras Misionales Pontificias aseguró que Landry “está realmente realizado y orgulloso de encontrar a sus amigos, con los que puede divertirse y aprender sobre los valores sociales, humanos y espirituales. Hoy, su vida ha cambiado y, al final de su formación, le gustaría abrir su taller y reparar y mantener motos”. Además, concluyó su mensaje agradeciendo la labor de Infancia Misionera, que en sus propias palabras, “hace maravillas por la felicidad de los niños. Sin ella, los niños no conocerán la alegría de vivir”.