Samir el enano y Mohammed el ciego
- On 30 de enero de 2024
La foto adjunta, fue tomada en Damasco (Siria) en el año de 1889. El hombre que está siendo llevado, es un cristiano llamado “Samir el enano”. Quien le lleva a cuestas, es Mohammed, un musulmán ciego. Samir el enano, dependía de Mohammed para el transporte a través de las concurridas calles de Damasco. Mohammed, dependía a su vez de Samir, para que le ayudase y guiase en su caminar, evitando así los obstáculos. Sólo uno de ellos era capaz de caminar; y sólo uno de ellos era capaz de ver. Ambos eran huérfanos, y vivían juntos en la misma habitación. Samir y Mohammed siempre estaban juntos. Cuando murió Mohammed, Samir se quedó en su habitación, llorando durante toda una semana. Samir había perdido “su otra mitad”; y, como resultado, termino muriendo de tristeza.
Esta historia, que encarna el espíritu del diálogo, debe servir de ejemplo tanto a judíos, como a cristianos y musulmanes. Cada uno de nosotros, tiene una aportación única que realizar. Por eso, debemos hacer nuestro más grande esfuerzo por vivir juntos, trabajando en armonía para lograr el bienestar mutuo. Obrando de este modo, podremos transitar con mayor facilidad las sendas angostas de nuestra vida terrenal. Y es así que lograremos ser realmente fuertes: cuando el amor fraternal, y la solidaridad, sean tan grandes que ya no podamos vivir los unos sin los otros.
«La fe en Dios nos une y no nos divide, nos acerca a pesar de las diferencias, y nos aleja del odio y de la aversión». En el término “fe”, el papa Francisco abarca cinco diferentes pero complementarios conceptos: la voluntad y el esfuerzo de adhesión al misterio divino, la oración, la introspección interior, el estudio, el diálogo con el prójimo. Estas cualidades pueden encontrarse en las tres religiones monoteístas, entre los rabinos del judaísmo, en los padres de la iglesia, entre los maestros del sufismo. En definitiva, el hombre que cultiva una rica vida interior no se deja atrapar fácilmente por el odio del otro.
Como cristianos no podemos desentendernos de nuestros hermanos en humanidad. Nuestro mundo necesita del diálogo y el encuentro entre las religiones, para que la “humanidad sea más humana”. Las religiones ya no pueden ser fuente de conflictos, tenemos que tender puentes de diálogo, pues a todos nos une el deseo de la búsqueda de lo Transcendente, del Misterio de Dios. De todo ello podemos afirmar que el diálogo interreligioso nace como respuesta a una llamada de Dios. No surge del antojo personal sino de una aspiración profunda a la que respondemos. Es por tanto un acto de fe. Debe partir de una verdadera experiencia de fe, de una vida interior, además de un buen conocimiento de la propia tradición.
No solo estamos llamados al diálogo interreligioso, entre religiones, como realidades externas, sino de un diálogo intrarreligioso. Ir descubriendo en nuestros corazones, el espacio que las personas de otros credos tienen en él, y así continuar caminando juntos en esta búsqueda del Misterio de Dios, que lleve a un diálogo en el interior de nuestra vida religiosa, que cada creyente debe realizar en el interior de su propia experiencia para abrirse a la de los otros y así recibir unos de otros algo significativo con relación al misterio que anima todas las cosas y a todas las personas. Se trata, por lo tanto, diálogo abierto y acogedor que pretende conciliar arraigo y apertura, sin miedo a perder posiciones propias, e incluso con el convencimiento de que estas se verán enriquecidas con las aportaciones de los otros. Esto implica la toma de consciencia de una interacción entre dos coherencias religiosas y espirituales en el interior de la propia vida espiritual
José Luis Navarro
11 febrero, 2020