La belleza de Su obra
- On 23 de enero de 2023
¿Qué me llevó hasta Palencia? La necesidad de entregar lo que me ha sido dado o, al menos, una pequeña muestra. La llamada a encarnar mi fe, de llevar a la realidad mi oración.
Comencé la Misión con un cuaderno en blanco, nuevo, a estrenar, como sabiendo que aún tenía mucho que aprender, y así fue y así es. El lema: “Rema mar adentro”.
Es en la Misión donde descubrí el sentido de estas palabras de Jesús, porque ahora sé que es en el día a día cuando Sus palabras cobran un sentido real. Y es que me lo estaba diciendo a mí:
“Rema, haz lo que te digo y no tengas miedo porque es mi voluntad”.
Me veía pequeña, pero tenía una Misión, Su Misión, mi Padre quería que estuviera allí. Tenía que empezar a aprender a ponerme en sus manos. Menos mal que ya tenía mi cuaderno preparado.
Últimamente, pienso mucho en qué es la belleza y, después de visitar a la Virgen (una inquietud que fue creciendo en mi corazón tras la misión), al fin tengo una respuesta.
La belleza no es más que la tendencia natural de la vida al equilibrio entre el dar y el recibir, la tendencia de dar aquello que le ha sido dado. Así, una flor es bella cuando se muestra con todas sus cualidades, tal y como ha sido creada, la música es bella cuando transmite aquello que el compositor ha querido transmitir, una persona es bella cuando recibe y da el Amor con el que ha sido creada.
Los días de misión en Palencia estuvieron llenos de belleza porque todo lo que recibí, lo di.
Aún hay muchos lugares en los que la Iglesia, nuestra Iglesia, la mía y la tuya, no muestra toda su belleza, donde es necesario hacer ver al mundo que es la obra más bella que Dios ha querido hacer.
Y precisamente porque se trata de Su obra, es responsabilidad de todos cuidarla y llevarla a su máximo esplendor, esta es nuestra Misión y, aunque no es fácil, he podido comprobar una vez más que el Señor nunca descuida su obra.
Así fue como comenzamos con 20 niños y terminamos con alrededor de 50, comenzamos siendo un grupo y terminamos siendo hermanos, siendo Iglesia.
Comencé teniendo todo en mis manos y terminé dejándolo todo en las Suyas.
No sé qué será ahora de todos esos niños, ni qué pensarían todos esos padres y jóvenes que nos vieron durante esos días, pero lo que sí sé, es que, por momentos, fuimos repartiendo Su Amor, podría haber sido más y mejor, pero somos lo que somos.
En la Misión cabe no solo hablar de Jesús, si no también abrazar, mirar, atender, sonreír, rezar y Amar como Jesús y… con Él.
Y, para ello, solo tenía que levantarme cada día y recibir Su Gracia, siempre “recibir antes de dar” como si fuera la norma del “dejar salir antes de entrar”.
Por eso, vivir una Misión, vivir en Misión, es bello, porque recibir y dar se convierte en una rutina, Dios es realmente “el pan de cada día”. La Misión no acaba ahí, en mi oración intento que estén esos niños, sus padres, esos jóvenes que no quisieron venir y ver y, por supuesto, los sacerdotes que tanto nos cuidan, porque lo más bello es ser consciente de que hemos recibido una Misión muy grande, cuidar de Su obra, la Iglesia, en la que estamos llamados a ser uno en Él.