Editorial IV: ¿Dónde estás estas vacaciones?
- On 4 de julio de 2023
Esta semana estamos celebrando la Semana Española de Misionología en Burgos. En la edición del año pasado comentaron que el 56% de los jóvenes pasa de la religión, la fe… y en la última mesa redonda preguntaron “¿y dónde está el 44% restante?”. ¿Dónde estamos los jóvenes?
Como tal vez sepas, a finales de junio tuvimos un encuentro de los colaboradores de Supergesto. Hablamos del bagaje de este curso, propuestas de mejora, etc. Además de compartir risas, experiencias, oración… con un espíritu misionero que lo bañó todo. Y, conversando, surgió la idea de que la gente no sabe verdaderamente qué es esto de la misión. ¿Todos somos misioneros?
Para no ponernos demasiado profundos (que con estas temperaturas nos puede dar una sofoquina), Jesús nos envía a anunciar el Reino, la Buena Nueva del Evangelio, a todos los pueblos (Mt 28, 19-20). Esto creo que lo sabemos todos. Y este mandato no solo es para unos cuantos, esto es algo de toda la Iglesia, de todo cristiano. También tuyo. Así, cuando decidimos responder, sostenidos por la acción del Espíritu Santo (porque si fuera por nosotros no llegaríamos a la esquina) somos enviados a anunciar el Evangelio a quienes aún no conocen el amor de Dios (hayan oído o no hablar de Él). Y Dios quiere encarnarse en todas las culturas y pueblos, de modo preferente entre los excluidos.
¿Esto quiere decir que nos tenemos que ir a la otra parte del mundo? Pues hay quienes sí lo hacen. A estos, que entregan su vida, se les llama misioneros. También hay quienes dedican alguna semana de sus vacaciones a visitar a estos misioneros, para colaborar con su misión. A estos muchas veces se les conoce como “voluntarios misioneros”. También hay quienes jamás han ido a tierras de misión, ni por un breve periodo de tiempo, pero que desde su entorno (parroquia, trabajo…) se dedican a animar el espíritu misionero. Además, la oración es la primera tarea misionera. Santa Teresita del Niño Jesús es patrona de las misiones y jamás salió de su convento.
Por eso, la tarea misionera no entiende de límites espacio-temporales, pues viene y va a Dios que lo trasciende todo. Sin embargo, como decíamos, la vocación misionera es, por definición y propia naturaleza, universal y prioriza a los predilectos del Señor, los “últimos”. Es por esto que no podemos desatender a nuestros hermanos que viven en medio de tanta necesidad material y espiritual, ni podemos dejar sin amparo a los misioneros que responden con su vida en los lugares más remotos, para llevarles la alegría del Evangelio y tantas cosas más. Y esto es tarea de todos. La respuesta misionera de los cristianos pasa por hacer voluntariados de verano, en misiones o en las periferias de nuestro entorno, sí; pero también pasa por ser sustento, con oraciones y limosnas, de la tarea misionera de la Iglesia católica (esto es, universal); así como animando a que otros también lo sean (sustento y misioneros).
También podemos hacernos presentes en las redes sociales, como tantos lo hacen ya y donde podemos encontrar casi al 100% de los jóvenes. Pero esto se debe de hacer con sentido. Como decíamos en la Newsletter de junio (puedes suscribirte aquí), no es un alardear de mi vida y obra, sino dar visibilidad a nuestra realidad eclesial, que obra la urgente misión de Cristo a través de la entrega generosa de tantas religiosas, sacerdotes o laicos.
Así pues, no podemos dejar de ser sal y luz, porque si la sal se vuelve sosa… ¡eso sería perder la vida! El verano es siempre concebido como el tiempo privilegiado para vivir, para hacer tantos planes pospuestos durante el curso. Piensa, pues, si vas a posponer durante el verano la única y verdadera tarea que te va a dar vida (y en abundancia) que es ser testigo de Jesucristo. ¿O vamos a mandar a Dios de vacaciones?
Esto no se hace por costumbre sino por claro convencimiento y sentido de que es lo mejor que podemos hacer, aunque tantas veces nos dejemos embaucar por los “cantos de sirenas” que el mundo nos trae desde el océano digital en que vivimos. Y esto no supone dejar de hacer las cosas habituales, quedar con tus amigos, ir a la playa o dejar de viajar. Escoger a Dios significa ponerlo en el centro de todo ello, para que te ayude a vivirlo con auténtica libertad y plenitud, para poder acercarte a su santidad y acercar a otros.
El Papa, en una audiencia a finales del año pasado decía: “en realidad es la vida la que es complicada y, si no aprendemos a leerla, corremos el riesgo de malgastarla, llevándola adelante con trucos que terminan por desalentarnos”. Debemos discernir incluso en las pequeñas cuestiones diarias, porque “la vida nos pone siempre frente a elecciones, y si no las realizamos de forma consciente, al final es la vida la que elige por nosotros, llevándonos donde no quisiéramos”.
Leía el otro día también que “el mundo necesita misioneros, porque necesita a Jesucristo. No hay nada tan urgente y necesario en el mundo como Jesucristo”. Tal vez sea en esto donde, como se preguntaba al principio y venimos comentando en estas líneas, los jóvenes debamos estar.