Nuestra respuesta al terrorismo
- On 29 de noviembre de 2023
Y de inmediato brota a mi espíritu el evangelio en el que Jesús nos dice: «Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan» (Mt 5, 44). Sí, este Evangelio nos introduce en una realidad que nos es nada fácil hacer nuestra, sobre todo cuando llevamos una herida personal o ceracan.
¿Qué hacemos nosotros como cristianos frente al terrorismo? ¿Podríamos cambiar el odio a los terroristas por oración? ¿Seríamos capaces de hacer algo para que otros no caigan en el terrorismo? ¿Nos hemos preguntado qué hacer según la perspectiva del Evangelio? Y de repente me viene al espíritu la experiencia de una mujer francesa de origen marroquí y musulmana. Esta mujer está haciendo algo en favor de los jóvenes y precisamente luchando para que haya una convivencia en Paz, nosotros, los Misioneros Javerianos, hemos tendido varios encuentros con ella en Mdqi, Marruecos, en dónde tenemos una capilla dedicada a San Francisco de Asís.
Ella se llama Latifa Ibn Ziaten y nació en Tetuán, Marruecos, a los 17 años emigrará a Francia donde ha formado una familia con cinco hijos. El 11 de marzo de 2012, su hijo Imad, soldado francés es asesinado por un terrorista en Toulouse. Este hecho doloroso hunde en una gran tristeza a la señora Latifa, a la que poco después, el recuerdo de su hijo y las palabras que ella escuchaba internamente: «levántate mamá» la llevarán a fundar una asociación que cuida de los jóvenes y los ayuda a interrogarse para no caer en el terrorismo. Su militancia la ha llevado en Francia a muchísimos colegios, barrios desfavorecidos, prisiones, encuentros de reflexión e incluso ha recibido varios reconocimientos y condecoraciones por su labor en favor de la fraternidad humana. Es por ello que el Alto Comité de la Fraternidad Humana la ha premiado por su labor otorgándole el premio Zayed de la Fraternidad Humana el 4 de febrero de 2020 junto a Antonio Guterres, secretario general de la ONU.
Después de los dos primeros meses de la tristeza de la muerte de su hijo, ella fue al barrio de Toulouse para conocer la familia y los lugares donde Merah, el asesino de su hijo había crecido, tampoco sabía el por qué pero algo la llevaba ahí. Esto es lo que ha escrito en su libro a partir de este encuentro:
«Ese día comprendí, y recibí en el rostro una angustia ajena a la mía. Algo está bloqueando en alguna parte. Y ese algo depende de nosotros, los mayores. Familias que no tienen el coraje de cuidar a sus hijos, un fracaso en la escuela y se acabó, un petardo y es la puerta al infierno. Una estupidez, luego otra, y sin un padre para dar una lección, corregir, hablar. Recordé las miradas frías de estos jóvenes, sus respuestas claras, la desesperación que los había invadido. Me dije: si no les ayudamos ahora, será demasiado tarde.
¡Sí, llegué incluso a preguntarme por la desgracia del propio Merah! El hogar, el padre en Argelia, la madre sola, las peleas, la delincuencia. Este chico de veintitrés años ha tenido un camino muy difícil. Si alguien lo hubiera ayudado, probablemente lo habría superado. Y no habría ocurrido toda esta desgracia.
No perdono a este chico porque se llevó mi carne, pero me doy cuenta, después de esta visita, que no tengo odio y que quiero luchar para que no haya más asesinos del nombre de Merah, ni más de una víctima llamada Imad».
Y es así como ella funda la Asociación Imad Ibn Ziaten por la Justicia y la Paz (Association Imad pour la Jeunesse et la Paix). Y desde ese entonces lleva su combate por diversas partes de Francia y también en Marruecos a donde viene con jóvenes de diversas religiones y credos para crear un sentido diverso de la vida, entrar en sus sueños y evitar que caigan en el terrorismo. Cuántas veces ella me ha dicho «padre, rece por mí y por mi combate, hay muchas personas que no me entienden». Ella ha sabido comprometerse para que no haya más terroristas, para que la imagen del Islam sea vista de manera correcta y no nos dejemos engañar por una persona que ha sido utilizada para hacer el mal. Este ejemplo nos abre los ojos a nosotros, que también creemos en Dios, y a los que no creen, a los que somos seguidores de Cristo y que deseamos ser artesanos de Paz, para crear iniciativas cristianas como la oración de Francisco de Asís «que donde hay odio ponga yo el amor», a crear encuentros fraternos y de cercanía entre todos los seres humanos independientemente de su credo, situación social y perspectivas de vida. Venimos de Dios y vamos a Dios, sería bonito que pudiésemos vivir en esa perspectiva aquí, durante nuestra vida. Abriendo corazones y amor entre todos los seres humanos.
Rolando Ruiz, misionero javeriano